EL MERCURIO: "Ignacio Larrain: la historia del empresario chileno que se lanzó a producir alfombras en Afganistán de la mano de Estados Unidos"

EL MERCURIO: "Ignacio Larrain: la historia del empresario chileno que se lanzó a producir alfombras en Afganistán de la mano de Estados Unidos"

El Mercurio 2021

Por: CONSTANZA CAPDEVILA DE LA CERDA.

En 2012, el fundador de "Ignacio Larraín Alfombras" se unió a "AfghanMade", iniciativa del Departamento de Defensa de Estados Unidos, y un año más tarde viajó hasta Kabul y sus aldeas a producir sus creaciones. "Este proyecto dio empleo a más de 10 mil personas, incrementó en 20% las exportaciones y generó más de US$ 2 millones en ingresos para la economía local", detalla.

Sin buscarlo y por casualidad llegó el empresario Ignacio Larrain al mundo de las alfombras. Fue a mediados de la década de los ochenta, cuando un pariente viajó a Europa y en Estambul (Turquía) compró un par de alfombras y las trajo a Chile para probar si alguien se interesaba en comprarlas. En pocos días las había vendido y un joven Larraín, de 25 años, evaluó que ese podía ser un buen negocio. Pidió permiso en su trabajo —una compañía de seguros— y en 1986 fue a Estambul a explorar oportunidades.

Llegó sin ningún contacto y con un inglés precario, pero con todas las ganas; recorrió el Gran Bazar y las fábricas de la ciudad turca, y compró un par de alfombras antiguas y unas pocas kilim.

"Mis conocimientos en materia de alfombras eran nulos, solo sabía si eran bonitas o feas. Los turcos son muy amistosos y agradables y me hice de buenos amigos, pero hay que tener cuidado, porque en el Medio Oriente te pueden vender algo que no es y hay que aprender a distinguir. Yo creo que los primeros cinco años me estafaron todo el rato, y todavía se deben estar riendo de mí", reconoce el empresario.

A su regreso a Santiago, vendió todas las alfombras en dos semanas. Fue tal el éxito, que decidió hacer un segundo viaje, esta vez con una lista de pedidos, y se consiguió con un hermano un préstamo por US$ 10 mil para comprar mercadería. En menos de dos meses, no solo pagó la deuda, sino que ganó US$ 10 mil dólares para su bolsillo.

Como el negocio prometía, optó por renunciar a su trabajo e incursionar formalmente como empresario en el rubro de las alfombras. Por $300 mil mensuales, en 1988, arrendó una casa en la calle Constitución, en Bellavista, empezó a importar desde Turquía, y colgó de las paredes sus alfombras, exhibidas como piezas de arte.

"Le puse Alfombras Antiguas Ignacio Larraín, y la voz se corrió rápidamente entre los clientes que buscaban diseños exclusivos", detalla.

En 1989 el emprendedor sumó un nuevo destino de importación: Irán. Hasta el país asentado en lo que era la antigua Persia, Ignacio Larraín viajó con un amigo iraní, al que había conocido en Turquía, y lo recorrió desde el mar Caspio hasta Shiraz, acopiando en la pick up de una vieja camioneta Chevy las alfombras que iban comprando en su recorrido.

En su primer local estuvo más de una década, hasta 1994. Ese año encontró una casa en venta en la calle Alonso de Córdova, en Vitacura. "Pedí un crédito y me fui a una zona donde pasaba un auto cada 15 minutos, y habían prácticamente solo casas residenciales", recuerda.

El cambio de ubicación fue un batatazo y las ventas se dispararon, tanto que a La-rraín se le ocurrió la idea de transformar la tienda en una galería, armó un proyecto de tres pisos y estaba a punto de demoler la casa e iniciar la construcción, cuando en 2002 lo llamó Tomás Andreu, dueño de la galería del mismo nombre, y le ofreció instalarse ahí.

"Tomás tenía su local vacío hacía unos meses, y la propuesta era muy atractiva. Arrendé mi tienda y me trasladé a las instalaciones de Andreu en Nueva Costanera y le puse Galería Ignacio Larraín", explica el empresario.

El nuevo centro de operaciones de La-rraín se convirtió en un lugar de encuentro, con exposiciones, premiaciones, lanza-mientos, y donde transcurrió buena parte de la vida social capitalina de comienzos de la década del 2000.

"Llegaban los embarques y hacíamos exhibiciones temáticas con alfombras, inventábamos concursos de decoración, eventos de marcas exclusivas, inauguraciones; trajimos alfombras de grandes diseñadores del mundo e hicimos todo lo que se nos podía ocurrir relacionado con el mundo del arte. Fui bien emprendedor y fueron años muy entretenidos", recuerda.

En 2010 surgió una nueva oportunidad inmobiliaria, y compró dos casas que se vendían en la calle El Coihue, casi al llegar a Alonso de Córdova, y construyó un strip center con locales para arriendo. Y fue en ese lugar donde instaló una nueva tienda "Se Diseña", un concepto donde los clientes podían crear sus alfombras a su gusto y La-rraín se las fabricaba.

"De hecho, en 2009 abrí una sucursal en el Distrito de Diseño del Parque Arauco, pero no nos fue tan bien como esperábamos y hoy la marca ya no existe", aclara.

En eso estaba, con mil planes en la cabe-za, cuando en 2011 Tomás Andreu le pide de vuelta su galería. Ignacio Larraín no tuvo más remedio que desalojar el local y con todas sus alfombras se mudó a su strip center de calle El Coihue en Vitacura.

"Ese local era enano, así es que aproveché que vencía un arriendo, tomé ese local, boté muros, construí un subterráneo y levanté una gran tienda, que es donde funciono ahora y donde me voy a quedar", adelanta.

El 2012 partió en una aventura de 10 días a Afganistán

En 2012 llegó, sin duda, la mayor aventura de su vida. Con interminables ferias internacionales para fabricantes y vendedores de alfombras en el cuerpo, fue en uno de estos masivos encuentros donde Larraín logró la representación de la compañía estadounidense Material Culture, que fabricaba sus alfombras en Turquía, y entabló amistad con su gerente de produc-ción. Fue precisamente ese contacto quien, en un viaje a Estambul, le contó que el Departamento de Defensa del Gobierno norteamericano había creado, a través de la agencia Task Force for Business and Stabi-lity Operations (TFBSO) la iniciativa Af-ghanMade. El propósito de esa entidad, sin fines de lucro, era levantar la economía y promover la mano de obra local en Afganistán en la producción de alfombras, piedras preciosas, frutos secos y cashmere; y para eso estaban buscando inversionistas.

Estados Unidos había tomado el control de Afganistán en octubre de 2001 para derrocar al régimen talibán, al que acusaban de albergar a Osama Bin Laden y otros líderes de Al Qaeda, vinculados al ataque terrorista del 11 de septiembre.

Larraín conoció a uno de los representantes de la agencia norteamericana, Lisa Sán-chez, quien incluso visitó al empresario en Chile. Así fue como lo invitaron, junto a otras marcas de talla mundial -Oritop, Eli-ko, Matt Camron, Material Culture, James Opie y Michaelian & Kohlberg-—, a formar parte de la iniciativa.

"Me ofrecieron ir a Afganistán y conocer sus talleres, que habían dejado de producir alfombras debido a la invasión, y ser un in-versionista. Todo esto a cambio de seguridad y de apoyo y difusión en las ferias inter-nacionales. Yo nunca había hecho alfom-bras, ni era un gran empresario ni produc-tor, pero a ellos les interesó que yo fuera serio y creible", relata Ignacio Larraín.

El 2012 partió en una aventura de 10 días a Afganistán, con una visa emitida por el gobierno de Estados Unidos, y con guar-despaldas que lo protegían las 24 horas del día. Usó chaleco antibalas en sus traslados, alojó en un búnker y recorrió Kabul y la zona rural hasta la frontera con Rusia en Mazar-e-Sharif; conoció su gente, sus costumbres, sus tradiciones y la destreza del pueblo afgano para hacer alfombras únicas en el mundo.

"Las mujeres afganas anudaban las alfombras en telares en sus casas o en talleres comunitarios en sus aldeas, pero yo nunca las vi porque no salían de sus hogares, ni menos iban a los talleres. Las que circulaban por las calles de Kabul lo hacían completamente tapadas y no interactuaban con nadie", cuenta..

Estuvo produciendo alfombras en Afganistán hasta 2015 y dio trabajo a más de 400 afganos que confeccionaron los modelos exclusivos que el empresario exhibió en ferias y trajo a Chile.

"Las alfombras dan trabajo a mucha gente. Además de todo el proceso de esquirla, hilado, lavado, tejeduría y terminaciones; son cuatro tejedoras por alfombra que están ocupadas al menos por seis meses. Si yo hacía 100 alfombras al año, por lo menos empleaba a 400 personas. A cambio de todo esto, entre septiembre de 2013 y enero de 2014, el Estado americano nos llevó a exhibir lo que hacíamos en Afganistán a las ferias más importantes del mundo: The Rug Show (Nueva York), Domotex de Hanno-ver, Maison & Object, en París, y la feria de Milán, donde participé con una alfombra diseñada por el italiano Francesco Rota, invitar do por Wallpaper Margazine. Para mí fue una gran oportunidad", reconoce.

-¿Cuánto invirtió en Afganistán?

"Invertimos tiempo y les dimos trabajo a muchas personas. El proyecto Afghan Mabrar on telares en sus casas o en de Carpets le dio empleo a más de 10 mil personas, incrementó en 20% las exportaciones y generó más de US$ 2 millones en ingresos para la economía local".

Respecto a la situación que hoy vive Afganistán, tras el retiro de las tropas extranjeras y la toma de control del país por parte de los talibanes, el empresario declina hacer comentarios.

"No me corresponde hablar de lo que está pasando, no soy especialista en política internacional, pero puedo decir que es un país que me encanta, son acogedores, son gente buena, una bella raza, serviciales, sencillos y muy trabajadores", precisa.

Con más de treinta años en la industria, incontables viajes al Medio Oriente y una colección de alfombras de producción propia en Afganistán, Pakistán y Nepal, hoy Larraín es uno de los principales expertos en alfombras persas, antiguas y modernas que existe en Chile.

“Con más de treinta años en la industria, incontables viajes al Medio Oriente y una colección de alfombras de producción propia en Afganistán, Pakistán y Nepal, hoy Larraín es uno de los principales expertos en alfombras persas, antiguas y modernas que existe en Chile” 

El Mercurio 2021

 

 

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